Gayle Mac Lean
Directora de Prevención e Innovación – Programa Paz Educa
Fundación Paz Ciudadana

Las escuelas junto a las familias son un sistema de socialización primaria. Esto quiere decir que nuestras niñas, niños y adolescente aprenden en sus colegios no solo historia, lenguaje y matemáticas, sino y por, sobre todo, diversos códigos de conducta y a interactuar con otros. Aquí se aprende a convivir.

Cuando las interacciones dentro de las escuelas se ven afectadas por hechos violentos (internos o externos), los procesos de aprendizaje se ven mermados. Esto es porque la buena convivencia, es una condición imprescindible para la producción de ambientes propicios para el aprendizaje y un potente predictor del desarrollo de un buen proceso de enseñanza. A mejores niveles de convivencia escolar, mejores y más aprendizajes. La convivencia escolar es cotidiana, dinámica y compleja, por ello establecer instancias de trabajo sistemáticas, participativas y planificadas, se transforma en la base de todos los procesos que se deseen impulsar al interior de las comunidades educativas y un elemento crucial para hacer frente a cualquier desafío.

Chile estuvo durante un tiempo muy extenso sin un retorno presencial de los estudiantes a las aulas. Esto implicó, por una parte, que el trabajo que se venía realizando en convivencia escolar, tanto desde el Ministerio de Educación como desde otras instituciones se viera drásticamente afectado e interrumpido y por otra, que la crisis sanitaria afectara en una magnitud que aún no acabamos de dimensionar, el bienestar socioemocional, principalmente, de nuestros estudiantes pero también del resto de los miembros de la comunidad educativa, lo que sin duda ha conllevado múltiples complejidades que impactan en el clima de convivencia. Entre ellas, un cambio radical en la forma de interactuar, las redes sociales fueron el principal canal de comunicación poniendo a prueba nuestros protocolos y estrategias para hacer frente a los problemas de acoso en las redes. El último “Sondeo sobre Bullying” realizado por el Instituto Nacional de la Juventud (2017), señalaba que el 84% de los niños y jóvenes entrevistados declaraba haber visto o escuchado un episodio de bullying en su lugar de estudio. Y el 60% afirmaba haber visto o escuchado malos tratos entre miembros de su comunidad educativa. Desconocemos las cifras actuales, pero existen elementos suficientes para hacernos pensar que la situación se ha vuelto más crítica.

Ir al colegio hoy no es lo mismo que hace dos años atrás, los desafíos son mayores y frente a esto se hace necesario que implementemos estrategias que permitan fortalecer el rol protector de los establecimientos educacionales, generar sinergias entre apoderados, docentes, estudiantes, sostenedores y Mineduc, con sentido de comunidad, entendiendo que el desafío principal de todos hoy tiene que ser la protección de las y los alumnos.

Los hechos de violencia que hemos conocido, deben ser un llamado a todos los actores involucrados a incrementar su apoyo a los equipos directivos y docentes para que estos puedan fortalecer sus herramientas de gestión y avanzar hacia una convivencia más participativa, inclusiva y respetuosa. Por último, no nos debemos olvidar de que las niñas, niños y jóvenes reproducen las conductas que ven en el mundo adulto y en este sentido todos estamos llamados a ser un mejor modelo. Esta es una impostergable prioridad país.